Guardo

Recuerdos derrumbados

Estado del edificiodel antiguo bar Iris tras el derrumbe del pasados jueves

El tejado y la primera planta del antiguo bar Iris de Guardo se vienen abajo debido al mal tiempo y la falta de conservación

JOSE CARLOS DIEZ / GUARDO

El mal tiempo y la falta de uso y conservación han llevado a la ruina el edificio que durante casi medio siglo albergó el conocido bar Iris de Guardo, que el pasado jueves se vio reducido a escombros.

Probablemente a causa de la lluvia, el tejado y la primera planta del edificio se vencieron y con ellos, los recuerdos de decenas de guardenses que se hacían eco del suceso en las redes sociales, con un especial recuerdo a Jesús Fernández Merino y Severina Juárez Ortega, quienes comenzaron la aventura del bar Iris.

Jesús abrió el bar en 1949 y Severina, por aquel entonces, con 19 años, quien comenzó a regentarlo. «Era un bar donde mientras tomabas un vino, comprabas unas alpargatas” comenta su hija, Marimar Fernández, que recuerda con cariño el bar donde vivió su infancia. “Nací detrás de la barra de ese bar” explica.

Por aquel entonces, era típico, cuando los trabajadores cobraban, poder comprar un jamón y el Iris era el lugar adecuado. Pero no sólo para el jamón, ya que lo más típico eran sus bacaladas y las ensaladas de chicharro y aguja.

“En Semana Santa, además de la subasta de los pasos, una de las tradiciones de Guardo era comer una ensalada de escabeche con unos tacos de queso”, explica Marimar, que recuerda con cariño a los clientes del bar que no eran clientes ni vecinos. «Eran parientes, con los que había una relación muy especial”, añade. En la década de los 90, la muerte de uno de sus hijos afectó a Severina, lo que hizo que no pudiese continuar al frente del bar, del que se hicieron cargo Pepín y Esperanza, “Eran muy buena gente, mantuvieron el espíritu acogedor que mis padres habían instaurado en el bar” explicaba Marimar Fernández.

Toda esta relación con los vecinos, clientes y caseros, hizo que a su muerte, Severina fuese recordada por todos los vecinos de Guardo, “a los que dedicó toda su vida. «Tanto es así, que cuando llegaba la época de las orejuelas, mi madre cerraba el bar a la una de la madrugada, subía a casa y hacía una cajita de orejuelas a cada uno de los ancianos que vivían solos para que pudieran disfrutar de este dulce”, concluye Marimar.

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Un comentario en «Recuerdos derrumbados»

  • Hola.
    Ese fue mi hogar por muchos años, una casa muy vieja, un bar muy «antiguo», siempre será el lugar donde crecí, unos años maravillosos en Guardo, un gentío constante arriba y abajo por «la cuesta del Comerción». Será siempre mi casa y eso hace sentirme muy orgulloso de Guardo, como el lugar donde está mi casa.

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