La historia de Velilla, por los aires
La voladura de la torre de refrigeración De la Térmica este jueves supondrá un hito en el desmantelamiento de las instalaciones que arrancaron en los años 50
JOSE CARLOS DIEZ / VELILLA
Velilla del Río Carrión cambiará para siempre este jueves, cuando la empresa Iberdrola, propietaria de la central térmica de la localidad, proceda a la voladura de la torre de refrigeración, una infraestructura perfectamente reconocible por su forma hiperbólica.
Puede parecer, debido a su anchura de 72 metros de diámetro en la base y 52 en la parte más alta, que pueda ser relativamente baja, pero esta torre de hormigón, cuenta con casi 101 metros de altura, que este jueves día 28 de octubre de 2021, a las 16:00 horas, quedará reducida a un montón de escombros.
El método elegido para llevar a cabo su derrumbe será la voladura controlada mediante la utilización de explosivos, motivo por el que el Ayuntamiento ha emitido un bando en el que se explica el dispositivo de seguridad que harán cumplir la Guardia Civil y los voluntarios de Protección Civil.
Entre las medidas que se prevén se encuentran el establecimiento de un perímetro de seguridad de 250 metros alrededor de la torre, al que no se podrá acceder desde las 15:00 horas y hasta las 18:00 horas y que estará debidamente señalizado. Además, en el mismo horario, se prevé la evacuación voluntaria y preventiva de los vecinos del barrio de Las Cortes, a los que se ha invitado al Hogar del Pensionista, donde el Ayuntamiento les ofrecerá un refrigerio. Finalmente, la carretera que une Guardo y Velilla, que discurre junto a la Central, será también cortada y el tráfico desviado por el Poblado de Iberdrola.
En el propio bando, el Ayuntamiento recomienda tres lugares fuera de ese perímetro de seguridad para que los que lo deseen, puedan visualizar e inmortalizar el momento, que son la Reana, los miradores de la Reana y el aparcamiento del cementerio.
Tras esta voladura, que supone un hito en el desmantelamiento de la Central Térmica de Velilla del Río Carrión, quedarán otros como las demoliciones de las chimeneas de las calderas, una de ellas de 180 metros de altura y la demolición del edificio principal de la central, ya que los silos de ceniza y escoria habrán sido volados el día 25, tres días antes de la torre de refrigeración.
Iberdrola sorprendió a todos con la solicitud de cierre de la Central Térmica el pasado 10 de noviembre de 2017. A través de un comunicado, la compañía anunciaba su decisión firme de cerrar la Central que llevaba en activo más de 50 años.
De hecho, precisamente en la celebración de su 50 aniversario, el director de la Central Térmica de Velilla aseguraba “la planta está en perfectas condiciones y puede seguir operando 50 años más” a la vez que aseveró que “la continuidad de la planta está asegurada, al menos, hasta 2030”, algo que se vio truncado tres años después, mientras se anunciaba la continuidad durante 16 años más. Al final, el plazo se redujo en 10 años, puesto que la central se desconectó de la red el pasado 30 de junio de 2020.
Esto provocó una guerra política, pues el entonces alcalde, Gonzalo Pérez, arremetía contra el gobierno del PSOE y contra su oposición municipal para defender la continuidad de la central. Iberdrola había dejado tirada a una comarca que le había dado todo. De la central dependían 80 trabajadores directos (que han ido siendo recolocados en otros puestos dentro de la compañía) y 200 indirectos.
Esta no fue la única polémica, pues pronto nacerían diversos movimientos que pretendían salvar elementos arquitectónicos de la propia central, como la torre de refrigeración que este jueves será demolida, la chimenea de la caldera del grupo 2 o, incluso, la propia central.
Entre las propuestas que se presentaron había de todo: desde pintar la torre de refrigeración y que se convirtiese en un mural gigante, a realizar un mirador en su interior, abriendo un gran hueco en la estructura de hormigón. También existe una propuesta de musealización de las instalaciones para convertirlo en el “Museo Iberdrola de la Energía”, al estilo de lo que se hizo en su momento con la Ciudad de la Energía de Ponferrada, que nació de la reconstrucción de la Central de Compostilla I de Endesa.
Las propuestas de mantenimiento de los elementos arquitectónicos no han convencido en ningún momento a la ahora alcaldesa del municipio, Belinda Mencía, que sí que ha defendido la continuidad del poblado, pero en ningún momento de ningún elemento industrial.
“Cuando en 2017 se plantea el cierre y se comienza la tramitación de la declaración de impacto y el Ministerio emite el informe dice que se han sopesado todas las posibilidades, incluido el mantenimiento de la torre, que se rechaza porque impediría la restauración ambiental y paisajística, además de la implantación de cualquier otra industria en la zona”, explica la alcaldesa, argumentando su posición.
“Por otro lado, el proyecto de desmantelamiento tuvo su exposición pública y su periodo de alegaciones, sin embargo no hubo ninguna alegación, de ninguna administración, para que se quedasen elementos, tampoco hubo proyectos para un macromuseo ni nada por el estilo. Nosotros, si en ese momento lo hubiera dicho la Junta o alguien y hubieran dicho “vamos a generar X puestos de trabajo, por nuestra parte hubiera estado perfecto, pero no tiene sentido que llevemos un año con el desmantelamiento y que, a días de la voladura, se abra un debate sobre algo imposible. Los elementos más característicos de la central ya se han sacado y sólo quedan construcciones poco mantenibles”, explica la alcaldesa.
Respecto al atractivo turístico, que la alcaldesa no ve claro en este momento, “en estas condiciones, sólo nos traería gastos al ayuntamiento, porque nos quedamos con una estructura a la que no encontramos una rentabilidad, que es a lo que tenemos que estar como administración pública”, explica. “Si eso no es rentable, ¿qué pasaría dentro de unos años? ¿Quién paga su demolición entonces? –se pregunta- . Hay que mirar los recursos del Ayuntamiento, que con la ausencia de la central, pierde 900.000 euros anuales de ingresos”, recalca.
“Creemos que la zona tiene muchas posibilidades. Es una zona industrial que se puede ocupar con otras empresas, que tiene agua disponible y electricidad. Es el único suelo industrial de la localidad”, explica la alcaldesa. “La ley es clara y cuando hay un desmantelamiento, hay que restaurar. Nosotros creemos que hay que preservar la historia, de la minería y de la central térmica, pero se puede hacer de muchas maneras. Queremos que se pueda explicar la era industrial del municipio, pero puede ser con un museo con fotos y elementos que se salven, pero no mantener estas estructuras que no creemos que tengan rentabilidad”, comenta la alcaldesa
Cabe destacar que según los cálculos del mantenimiento de la infraestructura de la torre de refrigeración, según la alcaldesa, el coste anual supera los 60.000 euros “y algunos años, cuando ha habido que intervenir, se han superado los 200.000” explica la regidora.
Estas declaraciones han sido criticadas por algunos sectores, que han asegurado que “la térmica debe continuar”, algo que Mencía ha respondido. “Si me ciño a ese titular, yo también estoy de acuerdo. Quiero que la térmica continúe, pero que continúe quemando carbón y funcionando, como la de As Pontes. Quiero que continúe dando trabajo y prosperidad a la comarca”, explicaba la alcaldesa.
No obstante, cabe destacar que desde que comenzó el desmantelamiento de la central, el equipo de gobierno ha mantenido diversas reuniones con la empresa para llevar a cabo proyectos que mantengan la presencia de la compañía o parte de su patrimonio.
El más importante de ellos es el poblado donde residían sus trabajadores, que el Ayuntamiento pretende reconvertir en una ciudad del mayor, un lugar de alto valor, donde personas de la tercera edad puedan convivir en un entorno natural privilegiado. “Es una iniciativa que se está llevando a cabo con éxito en otras zonas de Europa y se generarían 80 puestos de trabajo estables
Además de este proyecto, que tiene un coste superior a los cinco millones de euros y que está en tramitación en el Ministerio, el Ayuntamiento ha continuado negociando con Iberdrola y, por el momento, ya ha llegado al acuerdo de que la eléctrica ayude al consistorio en la mejora de las envolventes y la eficiencia energética de los edificios municipales, en los que se pretende un ahorro energético. En este proyecto, Iberdrola financiará parte del coste y la instalación de placas solares.
También el Ayuntamiento pretende que el suelo en el que se instala ahora mismo la Central y que, por contrato, debe ser devuelto a su situación original, que es el único industrial que tiene el municipio, pueda quedar para uso industrial. “Estamos negociando la permanencia de las naves, para que los empresarios locales puedan instalarse en esa zona y puedan montar allí sus almacenes y empresas”, explica la regidora.
El origen de la Central Térmica de Velilla se remonta a los años 50. En aquella época, la producción de carbón de alta calidad en la zona y la presencia de agua, hizo que Terminor e Iberduero se interesasen por la construcción de una central en la zona. El Régimen lo consideró de importancia energética, por lo que lo apoyó y en 1964 fue puesto en marcha el grupo 1, con una potencia de 148 MW. En la década de los 80, se decidió la ampliación de la central, creando el grupo 2, con una potencia de 350 MW, para el que ya era necesaria una torre de refrigeración y una chimenea mucho más alta. También en este década se construyó el ramal del Ferrocarril de La Robla desde Guardo hasta la central.
En 2008, la central instaló una planta de desulfuración, que teóricamente reducía la emisión de gases a la atmósfera en un 97% de óxido de azufre.
No obstante, muchos han sido los movimientos ecologistas que han denunciado la contaminación de la instalación. Incluso, algunos estudios realizados como trabajos de fin de carrera. Uno de ellos, explicaba la influencia negativa de las emisiones de la central sobre las hojas de roble y sobre los líquenes de la corteza. “Los bioindicadores liquénicos muestran una calidad del aire de mediocre a muy mala en la zona de estudio, notándose un evidente modelo de dispersión influenciado por la distancia a la central y la dirección de los vientos dominantes. El mayor impacto de las emisiones ácidas se produce sobre las hojas de Quercus pyrenaica, presentando valores de pH muy ácidos en toda la zona de estudio”, concluía en el resumen de su trabajo.
No obstante, la contaminación del aire ya es historia en la comarca y ahora quedarán para el recuerdo de lo que en su día fue la central el ramal de tren, un enorme solar, el embalse y un inmenso depósito de cenizas al sur de Guardo, en terreno de Mantinos.
Atrás quedarán millones de megavatios generados y vertidos a la red eléctrica, millones de toneladas de carbón quemadas y millones de pesetas invertidos, además de miles de personas que, a lo largo de los 55 años de vida de la central, han trabajado en ella, directa o indirectamente.