Un yacimiento muy valioso en anécdotas
Los guías de La Olmeda recuerdan curiosidades vividas con turistas y visitantes desde su reapertura en 2009
El equipo de profesionales que atienden en la villa ha coincidido con viajeros procedentes de los cinco continentes
JOSE CARLOS DIEZ / PEDROSA DE LA VEGA
La provincia de Palencia es una de las más desconocidas de España y a lo largo de toda su geografía esconde valiosos tesoros de un largo legado histórico que centenares de generaciones han dejado para que hoy en día se puedan disfrutar. Una de estas joyas de la historia es la villa romana de La Olmeda, situada en Pedrosa de la Vega, muy cerca de Saldaña. Una visita obligada para quien quiera entender el mundo romano sin salir de la provincia.
La villa romana de La Olmeda se trata de una mansión hispano-romana del Bajo Imperio de 4.400 metros cuadrados, que traslada a sus visitantes al siglo IV y que permite admirar la perfección en la construcción de los romanos. Después de recorrer la CL-615 en dirección a la Montaña Palentina, la joya natural de la provincia, a la altura de Gañinas se toma el camino de Pedrosa de la Vega, donde encontraremos a un par de kilómetros la villa romana de La Olmeda. Allí esperan los guías didácticos María Luisa Valdajos, Luis Ángel Arribas, Ana Samper y Sandra de Arriba, además de los empleados de la villa que ayudan en momentos puntuales o de apoyo en talleres o visitas: Victoria Torres, Juan José Martínez, Luis Javier Santoyo, Manuel Franco y Vicente Sastre, un gran equipo de profesionales que hacen que la visita a la villa sea una experiencia aún mejor.
María Luisa Valdajos, por ejemplo, lleva trabajando en la villa desde la reapertura tras las obras en 2009, momento en el que se puso realmente en valor el yacimiento y entraron nuevos guías para afrontar mayores horarios de apertura y mayor afluencia de visitantes. Para María Luisa Valdajos, que conoce esta mansión desde su etapa anterior, la obra que se llevó a cabo en el edificio que protege la villa supuso «un paso de gigante, porque el yacimiento tiene ahora un sitio de su nivel y de su calidad. Ahora lo protege una construcción con el empaque que tienen los mosaicos que alberga. Con una nave rural, como había antes, la gente viene a ver los mosaicos, pero si hay algo llamativo, que lo envuelve, es fundamental», explica. «Además, tener servicios de atención al público, así como destinados a los visitantes, como una cafetería o unos baños, es algo que lo hace extraordinario, y en el medio del campo», asegura.
Aunque algunos turistas echan de menos las pasarelas elevadas de la antigua nave de protección, «las actuales están muy bien distribuidas, se ve perfectamente la distribución y la organización de la casa y la accesibilidad hoy en día es fundamental. Además, el hecho de que el patio no esté cerrado como antes hace que se vean las dimensiones nada más entrar, una imagen diáfana con la verdadera amplitud de la casa en su totalidad. Y la cubierta elevada también hace mucho», señala María Luisa Valdajos.
Unas dimensiones que aún se aprecian mejor desde las estancias originales, «cuando estás en el suelo original, ves la verdadera amplitud de todas las estancias y es algo maravilloso», asegura esta guía, que habla entusiasmada de su trabajo.
Pero no todo es teoría, datos y enseñanzas. En el día a día de un guía didáctico o del personal de un museo, se viven experiencias que hacen el trabajo unas veces más difíciles y otras mucho más divertido.
«Al llegar al ‘oecus’, las onomatopeyas que oímos, desde lo más educado a lo más sorprendente, es algo cotidiano», comenta el grupo de guías, que tiene como trabajo casi diario recoger los objetos que se caen al yacimiento. «Al que no se le caen las gafas, se le cae el móvil», detallan. Los visitantes son tan variados que llegan desde todos los continentes, en muchas ocasiones procedentes de paquetes turísticos como el Transcantábrico, el tren de lujo de Feve. Forman grupos, a veces tan variados que pueden resultar sorprendentes, como el caso de una visita que realizó María Luisa. «Había un grupo de señoras que no paraban de cuchichear durante toda la visita. Cuando llegamos al ‘oecus’, pregunté si alguien tenía alguna duda y una de estas señoras me preguntó al oído: ¿Ese de barbas que viene con nosotros no es el padre de la princesa Letizia? Sí que se parecía, pero nadie nos había dicho nada, por lo que continué haciendo la visita. Cuando terminamos, se presentó y nos dijo que estaba haciendo un reportaje sobre el mundo romano en la Península», concluye.
La duquesa de Alba y el revuelo de Albacete
Aunque muchas veces salen de las visitas y comentan con sus compañeros las peculiaridades del grupo, en estos días lo que más recuerdan los guias de La Olmeda es la visita de la recientemente fallecida Duquesa de Alba.
“Sabíamos que doña Cayetana iba a venir a la villa, porque su marido, Alfonso Díez, le había trído para hacerle un recorrido por la provincia” explican las guías. Se le esperaba un día concreto y no apareció. A la semana siguiente, cuando ya nadie sabía que estaba todavía por Palencia, se presentaron en la Villa “y yo estaba con un grupo de amas de casa de Albacete. Imagínate aquel grupo de señoras en cuanto vieron a la duquesa, perdieron en interés por la visita y por todo lo que les rodeaba” señala María Luisa, mientras que Victoria Torres, recuerda aquel día porque “yo les decía que había venido la Duquesa, que estaba aquí, y nadie me creía, pensaban que les estaba tomando el pelo”, asegura entre risas.
Cayetana de Alba no es la única cara conocida que ha visitado este yacimiento. La Reina Sofía ya lo hizo en la reapertura de 2009, cuando acudió a la inauguración de la nueva cubierta. Y artistas como Teresa Rabal o José Luis Perales, que terminó haciéndose verdadero amigo de Javier Cortes, el descubridor del yacimiento, también son rostros famosos que han pasado por la villa de La Olmeda, al igual que el nadador David Meca, el prestigioso psiquiatra Robert Paul Liberman o Andoni Zubizarreta.
Habituales del yacimiento son los miembros de la asamblea local de Izquierda Unida de Guardo, que entregan anualmente el premio a la Coherencia y que siempre llevan a los premiados a visitar el yacimiento. Así, en La Olmeda se han podido ver a Julio Anguita, Miguel Ríos o Loles León. Y tampoco hay que olvidarse de las visitas de numerosos ministros y embajadores, o de la gran cantidad de jóvenes que llegaron a la Olmeda de la mano de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), amén de la visita de diputados y de diversos presidentes de diputaciones de toda España. Tambien hay que recordar la figura de Javier Cortes, descubridor del yacimiento en 1968 y que lo cedió a la Diputación de Palencia en 1980. “Javier se pasaba la vida aquí, en la Olmeda. Venía conmigo y marchaba conmigo”, explica Vicky, que recuerda “todos los días, durante los 23 años que compartí con él, venía a la Villa de la Olmeda, nunca faltaba”.
Aún hoy, mucha gente que viene asegura que le guió durante la visita Javier. “Yo no se lo he debido explicar a nadie, porque a todo el mundo se lo explicó Javier”, bromea Vicky, que recuerda momentos peculiares como visitantes que comentan a su llegada “éramos muy amigos, ¿anda por ahí Javier?” o el de otra señora, que estando él aún vivo, le decía “yo soy íntima amiga de Javier, nos llevamos súper bien. Tengo una casa en Saldaña, estoy siempre con él. Al final, después de toda la visita, le dijo “pues le diré que Javier soy yo”. A la señora, si en ese momento se la traga la tierra, hasta lo agradece” sonreía Vicky.
La señora que rompió aguas y el hijo que creció viendo la villa
Dos tipos de visitantes se llevan la admiración de los trabajadores de la villa romana de La Olmeda, «las amas de casa y las señorinas de pueblo, sencillas, porque son muy agradecidas, y los niños, que siempre preguntan y se involucran mucho en la visita», explican.
Tal es el número de visitas que recibe la villa que, entre las anécdotas que en ella se han vivido está también la de una señora que rompió aguas en el yacimiento. «Por suerte, le dio tiempo a llegar a Valladolid, todo salió bien y durante años nos trajo a su hijo para verle, por lo que le veíamos crecer», comentan.
Otras mucho más graciosas son las frases de quienes comentan «qué bajitos eran estos romanos, porque piensan que los muros que quedan de la villa son los que existían en la época romana». «O los que te dicen lo de que qué bonito el románico este», apuntan. «¿Y la señora aquella que, cuando entró, preguntó que qué era esto que vamos a ver, y le contestó una de sus amigas ¡pues una iglesia, ¿no lo ves?», comentan los guías.