«No hago música del Paleolítico, sino del siglo XXI y para la gente de hoy»
Silberius de Ura «Neonymus» Músico
Con dos instrumentos y en su particular idioma, el autor de «Mati Eri Marne» encandiló el sábado al público en un concierto en Villamuriel
JOSE CARLOS DIEZ / GUARDO
El artista burgalés Silberius de Ura, más conocido por el nombre de su proyecto musical “Neønymus”, causó el sábado multitud de sensaciones en el concierto que ofreció en el auditorio de la Casa de Cultura Jesús Meneses de la localidad de Villamuriel de Cerrato.
Con dos de sus instrumentos y en un idioma inventado, el artista burgalés arrancó un grandioso aplauso al público, entre el que repartió varios cencerros. “Ecos de la Prehistoria” y “El fin del Neandertal” fueron las primeras piezas interpretadas, a las que siguieron otras como “Relato de una antigua batalla” y “Funeral Visigodo”. “Lactancia Materna” precedió a una de sus piezas más famosas, “Mati Eri Marne”, con la que comenzó la andadura de Neønymus.
¿Cómo se le puede ocurrir, a alguien, hacer este tipo de música?
Hace cuatro años decidí que quería crear un proyecto musical unipersonal y me pasé un año entero intentando imaginar qué es lo que quería hacer, porque no lo sabía. De hecho, al principio me veía con un piano y yo cantando en el escenario y acabé con dos huesos. Hubo muchas cosas que me fueron dando pistas y descubriéndome ideas. Vivo en Covarrubias, un pueblo muy pequeño de Burgos, y allí todos los años la Embajada de Noruega en España trae un fin de semana a los músicos más deslumbrantes de Noruega, con motivo del hermanamiento que hay con Noruega con motivo del enterramiento en Covarrubias de la princesa Cristina de Noruega. A lo largo de los años, he ido viendo a estos músicos y cada uno me ha dado una pista. Por ejemplo la loop station que utilizo se la vi a una chica que hacía jazz y me quedé fascinado, eso me hizo prescindir el piano. Como instrumentista no valgo mucho, por lo que mi voz es lo más potente que tengo sobre el escenario, por lo que tenía que hacer algo con la voz. El tipo de música en si, no ha sido una elección consciente. Después de pensar durante un año y estudiar canto lírico, me puse a componer y lo primero fue Mati Eri Marne que tiene unas armonías singulares. No buscaba evocar la música del paleolítico. De repente me vi así, invocando al pasado con dos huesos en una cueva. No he sido yo el que tomó la decisión, han sido las musas.
Música del Paleolítico muy ligada a la tecnología. ¿No choca mucho?
Lo que yo hago no es la música que se hacía en el paleolítico, aunque lo evoca. La tecnología me ayuda a preparar esas estructuras armónicas que la mente entiende como algo de hoy. Es fundamental hacer música del siglo XXI para la gente de hoy. Una persona del paleolítico pensaría que esto es ruido.
Dice que la música habla nuestro lenguaje, ¿pero usted no?
Claro y en los conciertos me gusta decir una tontería, que me invento el idioma para cuando vaya al extranjero que nadie critique mi inglés. Al final la música es el gran transmisor emocional para el ser humanos y lo vemos en las películas. Lo que yo hago es transmitir emociones y si meto palabras de un lenguaje conocido, el cerebro despreciaría el resto. Excepto en las canciones que canto una historia, en el resto quiero transmitir emociones.
¿Está trabajando en algún nuevo proyecto?
Racionalmente pienso que este disco lleva un año y medio y es poco tiempo. Tengo mis dudas de si en Espñaa, por ejemplo, toda la gente que tenía que conocer Neonymus, lo ha conocido. El impulso con Cuarto Milenio quizá hizo que alcanzase esta masa. Por un lado pienso que es muy pronto y por otro, voy construyendo nuevas piezas. Este verano he hecho conciertos en sitios muy especiales y procuraba ir con mucho tiempo de antelación para montar todo y tener un tiempo para improvisar. El próximo disco irá por ahí, por un disco con ideas surgidas de lugares especiales.
Ha comentado que Ginebra y Tokio… ¿Son lugares donde le gustaría actuar?
Aquí también he cambiado un poco. Al principio mi ilusión era dar conciertos en grandes auditorios, pero ahora me doy cuenta de que hay cosas que me llenan más. Este verano di un concierto en Frías (Burgos) y, cuando llegué allí, los organizadores me llevaron al lugar donde era mi concierto y, tras abrir la puerta de la Iglesia, vi que era una iglesia casi en ruinas y me hizo mucha ilusión. También hice un concierto en la sala Galileo de Madrid y salí indiferente. No me impactó nada, en absoluto. Me gustaría tocar en una cueva en los Alpes.