Una vida centenaria
Amalia Vargas cumple 100 años y Velilla le rinde homenaje con una fiesta
JOSE CARLOS DIEZ / VELILLA
Velilla ha arropado a su vecina Amalia Vargas Santos en la celebración de sus cien años, en una fiesta que prepararon los vecinos y en la que se volcaron las amas de casa con el reparto de chocolate. Amalia Vargas nació el 21 de noviembre del año 1912 en Valcobero, dependiente de Velilla, de donde partió en 1940 para contraer matrimonio en 1940 en el pequeño pueblo de Valsurbio, desaparecido en la década de 1960.
Su larga vida, le ha llevado a trabajar en multitud de tareas, aunque las primeras fueron las tradicionales de la zona, trabajando las tierras de que disponían. «Éramos pequeños labradores y teníamos que arar y cavar para poder recoger algo. Malvivíamos de lo poco que podíamos recolectar de poder matar alguna res con la que alimentarnos durante meses», apuntaba ayer la mujer ya centenaria. «Antes se vivía más feliz con lo poco que teníamos. Carecíamos de muchas cosas, ahora hay muchas comodidades, pero no hay esa felicidad que había antes», apostillaba Amalia.
Haciendo también repaso de su vida, Amalia recordaba también «cómo teníamos que venir andando o en barco cruzando el pantano a Santibáñez y a Guardo para cualquier cosa que necesitásemos». De joven se tuvo que desplazar hasta Madrid, Bilbao y Sevilla para poder trabajar sirviendo «y ganar algo de dinero para comprarnos aunque fuera un solo vestido para la fiesta».
El momento más feliz de su vida fue su boda y el nacimiento de sus hijos. Cuatro, Rafael, Jesús María, Antonio Ángel y María Concepción, que le han dado cuatro nietos (uno ya fallecido) y dos biznietos. Y no solamente crió a sus cuatro hijos, sino que también fue madre para otro de los niños del pueblo, que ayer lloraba en señal de gratitud a la que considera «la persona que me ha criado, una persona que ha sido todo bondad».
Al celebrar su siglo de vida, esta mujer aseguraba encontrarse «muy feliz, no me esperaba tanta celebración porque no me lo merezco», a la vez que hacía hincapié en que «tener 100 años significa que tienes muchas personas a las que querer y que te quieren».
¿El secreto? Amalia señalaba no tener ninguno para haber llegado a los 100 años porque «no me he cuidado nunca, jamás me han puesto un régimen y no me privo de nada. Lo único que no he tomado nunca son bebidas, eso nada».
Apostilla Amalia que seguirá haciendo su vida normal, acudiendo al hogar del pensionista a jugar a la brisca y haciendo sopas de letras y leyendo en casa «hasta que me deje la vista». «Tengo muchas ganas de vivir. ¡Cuánta guerra daré!», concluía Amalia.