EN TRES MINUTOS EUSEBIO MARTÍN CIFUENTES, INTREGRANTE DEL GRUPO MAYALDE
«Investigamos la música popular porque dejamos hablar»
JOSE CARLOS DIEZ / GUARDO
Nacido en La Maya (Salamanca) hace 51 años, tuvo su primer contacto con el mundo musical en el seminario Calatrava de la capital salmantina, al que se encuentra realmente agradecido, pues según dice, le ayudaron a ser persona y no le obligaron a ir para cura. Forma el dúo Mayalde junto a Pilar, su mujer, que ha actuado en las fiestas de Guardo, que concluyeron ayer.
-¿Cómo ha sido su trayectoria?
–En un principio creamos un grupo para cantar misa en la iglesia, luego comenzamos a cantar en la iglesia de al lado, pasamos a cantar a Aldeatejada
(Salamanca) y conocimos a Pilar y Pepi, con los que formamos el grupo Tronco Seco. Finalmente, Pilar y yo nos casamos y decidimos continuar solos.
-¿Cómo fueron sus comienzos?
–Como los de cualquiera, difíciles. Nos han llamado de todo, como chatarreros, y nos han tratado como extraterrestres, como esos tíos raros que van por ahí diciendo que con una lata se hace musica. Nos ofrecieron dar clase en el centro de cultura tradicional de la Diputación de Salamanca. Después empezaron los conciertos y vimos una gran responsabilidad, hacer de puente entre el viejo que no lo contaba y el nieto que se quedaba sin saberlo.
-¿Cómo trabaja un investigador musical?
–La mayoría se dedica a hacer preguntas, pero nuestra forma de trabajo es diferente. Nosotros descubrimos porque dejamos hablar. Si no preguntas por algo, ellos no te lo dicen, pensando que si no preguntas es porque no te interesa, cuando realmente no preguntas porque eres un ignorante.
-¿Qué es lo que más les gusta?
–Lo que me pone la carne de gallina y tiene un misterio muy especial es la forma de contar las cosas de la gente de entre 70 y 80 años, que se sienten los últimos que guardan un verdadero tesoro. La verdad es que, en cada actuación los chavales se quedan flipando en colores por no haberse dejado contar eso. Y ya lo que más me ha marcado de mi carrera, fue un joven de Villalar, que con 18 años y rastas me dijo que yo era su abuelo. Otra de las anécdotas es un niño que me puso nombre a la zanfona, ‘la recortá’, y un hombre que me pidió que por favor, le dejase tocar mis manos. Aquello me impactó mucho.
-¿Qué consejo daría a las personas?
–Que apaguen la tele, que enciendan un fuego y cuenten lo que tengan en la memoria, que cuenten cosas.