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Cuando un lustro se une a un siglo

Felisa Villegas, en el centro, rodeada ayer de todos sus familiares.

Una vecina de Aviñante felicita ayer a Felisa.

Felisa Villegas celebró ayer su 105 cumpleaños rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos en la localidad que la vio nacer

JOSE CARLOS DIEZ / AVIÑANTE

Cumplir años es siempre una buena noticia, sinónimo de salud y de que las cosas van bien, más aún cuando se supera el siglo de vida. Éste es el caso de Felisa Villegas, una mujer oriunda de Aviñante de la Peña -entidad menor de Santibáñez de la Peña- que celebró ayer junto a toda su familia su ciento cinco cumpleaños asistiendo a una misa oficiada en la iglesia del pueblo que la ha visto nacer y crecer.

Aunque ella misma califica su peripecia vital de extraordinaria, en el momento en que comienza a dar detalles de los primeros años de su vida se aprecia cómo la fatalidad marcó su infancia. «Por desgracia, me quedé sin padre ni madre muy pequeña, a los tres años, cuando los dos quisieron ayudar a apagar una casa del pueblo que se estaba quemando», relata Felisa Villegas mientras su familia la escucha con atención. Desde el momento en que Felisa quedó huérfana de padre y madre, se crió con sus Hermanos Nicolás, Santiago y Julia.

A muy temprana edad, Felisa comenzó a trabajar atendiendo las tierras de sus padres hasta que a los 14 años empezó a comprar y vender telas. «Recuerdo cuando llevaba dos cestas de huevos para pagar el tren que tenía que coger para ir a vender las telas» prosigue Felisa, que relata que dos años después, a los 16 años, contrajo matrimonio con su marido, Mariano Ruesga, con el que tuvo ocho hijos, de los que seis continúan vivos. «Aunque tuve muchos pretendientes, nunca pasó nada porque siempre me ha gustado la formalidad», agrega Felisa.

Muy de su pueblo

Otra de las cosas de las que presume Felisa es de su pueblo, y es que «ocho hijos tuve, y los ocho nacieron y fueron bautizados aquí, en Aviñante. Y mira que en Guardo estoy contenta, pero es que Aviñante es lo más grande», cuenta Felisa, que desde hace diez años vive en Guardo con Amanda, su hija mayor, a la que dio a luz con tan sólo 17 años. No obstante, los kilómetros que ahora separan a Felisa de su pueblo natal no merman ni un ápice el cariño que guarda esta abuela centenaria de Aviñante, ni evitan que, cuando las circunstancias se lo permiten, se desplace hasta allí. «Ya hace diez años que vive con nosotros en Guardo, pero su estado de salud es tan bueno y las ganas de volver a su pueblo tantas que hace dos años cogió el autobús y se vino a Aviñante, y eso que la solemos traer cada quince días», asegura su hija Amanda.

A pesar de sus 105 años, la familia de Felisa señala que esta abuela más que centenaria «se encuentra como una rosa y tiene a todos los hijos todavía como varas», comenta el mayor de los nietos, que ya tiene 61 años. Además de todo el cariño que le profesan sus familiares, Felisa también es muy querida por los vecinos de Aviñante. «Cada vez que viene Felisa, hay fiesta en Aviñante», afirmaba ayer una vecina del pueblo, que le dio un fuerte y emocionado abrazo a la salida de misa. Y es que Felisa presume orgullosa de que, a lo largo de su vida «he tenido amistad con todo el mundo», concluye.

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